Esta va a ser la tercera y última entrega de las anécdotas y aventuras de nuestro amigo, que ya presentamos en historias del MISE, parte I y en historias del MISE, parte II.
Nos habíamos quedado en la semana previa al examen, el día de la presentación del proyecto, tan esperada y temida por todos. Teníamos ganas de terminar, en las últimas semanas habíamos avanzado más que en el resto de meses e incluso se podría pensar que nos podía sobrar tiempo y todo.
La presentación estaba fijada para el viernes a las 13.00.
El jueves había un examen a las 16.00, por lo que según terminábamos cada uno, nos íbamos al laboratorio. Sobre las 18.00 ya estábamos todos, dispuestos a darlo todo, a dejarnos la piel y el alma si era necesario.
Además, como nosotros estaba el grupo de chavales de la asignatura de la carrera similar a la nuestra del máster, pero después del incidente con la TS, no habíamos vuelto a tener ningún problema, hasta alguno era majo y todo.
Como nuestro proyecto se desarrolla bajo la metodología ágil SCRUM, nuestro trabajo estaba dividido para poder ser realizado por grupos pequeños, de dos o tres personas y claro, de vez en cuando hay que decir cosas como "te falta un punto y coma aquí" o "¿me pasas el programador?" pero en cualquier caso, el ambiente era mucho más silencioso que en la sala de informática de la biblioteca. O al menos, eso pensábamos...
... en algún momento de la tarde, alguien hizo el molesto sonido de chistar, y tras levantar la cabeza y pensar: ¿estas intentando escuchar si llueve? nos dimos cuenta de que alguien nos había hecho callar. Cosa que hicimos, básicamente, por que ya estábamos callados.
Con todo esto, llegaron las 21.00 y nos echaron de la facultad. Quedamos en reunirnos el viernes, ya como último día, para "rematar los últimos detalles" a las 9.00, en la cafetería claro, y después del obligatorio café, ya empezamos a hacer cosas.
Hasta que llegó la hora del examen (entre medias pasaron muchas cosas, pero no merecen mucho la pena) y entraron los profesores. La gente del otro grupo, después de hacer su presentación el día anterior, estaban recogiendo, felices por haber tenido una buena nota y estaban comentando la jugada. Cuando empezamos a comentar lo que (no) hacía nuestro y en un momento dado, uno de los profesores, pidió con mucha calma y corrección, a los otros niños, que si se podían callar.
Y claro, como es normal, seguimos a lo nuestro; lo esperado cuando un profesor pide silencio en un examen, es ... eso, silencio. ¿Verdad?
Parece que no.
Nuestro "amigo" dijo, con un tono muy de reproche:
- ¡Pues ayer la gente no se quería callar y nosotros nos tuvimos que aguantar!
En ese momento, los que se quedaron en silencio fuimos nosotros.
Y tras decirle nuestro profesor:
- Estamos en un examen, por favor, un poco de silencio.
Por supuesto, el chaval le contestó. El resto más o menos, fue así:
- Pero nosotros ayer también estábamos en un examen y ellos no se querían callar.
- Yo ayer no estaba, pero ahora te digo que te calles.
- Pues no, porque ayer no nos dejaron en paz en toda la tarde a nosotros.
- Te he dicho que te calles.
- Pues no me da la gana.
- Que te calles, que estás molestando.
- Pero es que ayer ellos también molestaban y nadie dijo nada.
- Sal de clase.
- Pues no me voy.
- Que salgas de clase te estoy diciendo
- Pero es que no...
- Dime tu nombre
- No, porque ayer
- Que me digas tu nombre. ¿Cómo se llama? (dirigiéndose al resto de sus compañeros)
En estos momentos, nuestro amigo ya estaba buscando la forma de salir. El profesor estaba en el único camino a la puerta y la cara del chaval, aún diciendo que no me voy y no me callo y no te digo mi nombre, reflejaba ... algo, no tengo muy claro que fuera consciente de lo que había pasado.
Un saludo para todos los compañeros que lo pasamos tan bien el resto de la tarde, tirados en el césped al sol, viendo a toda la gente que iba a la graduación y el partido de fútbol sala al final.
Con todo esto, llegaron las 21.00 y nos echaron de la facultad. Quedamos en reunirnos el viernes, ya como último día, para "rematar los últimos detalles" a las 9.00, en la cafetería claro, y después del obligatorio café, ya empezamos a hacer cosas.
Hasta que llegó la hora del examen (entre medias pasaron muchas cosas, pero no merecen mucho la pena) y entraron los profesores. La gente del otro grupo, después de hacer su presentación el día anterior, estaban recogiendo, felices por haber tenido una buena nota y estaban comentando la jugada. Cuando empezamos a comentar lo que (no) hacía nuestro y en un momento dado, uno de los profesores, pidió con mucha calma y corrección, a los otros niños, que si se podían callar.
Y claro, como es normal, seguimos a lo nuestro; lo esperado cuando un profesor pide silencio en un examen, es ... eso, silencio. ¿Verdad?
Parece que no.
Nuestro "amigo" dijo, con un tono muy de reproche:
- ¡Pues ayer la gente no se quería callar y nosotros nos tuvimos que aguantar!
En ese momento, los que se quedaron en silencio fuimos nosotros.
Y tras decirle nuestro profesor:
- Estamos en un examen, por favor, un poco de silencio.
Por supuesto, el chaval le contestó. El resto más o menos, fue así:
- Pero nosotros ayer también estábamos en un examen y ellos no se querían callar.
- Yo ayer no estaba, pero ahora te digo que te calles.
- Pues no, porque ayer no nos dejaron en paz en toda la tarde a nosotros.
- Te he dicho que te calles.
- Pues no me da la gana.
- Que te calles, que estás molestando.
- Pero es que ayer ellos también molestaban y nadie dijo nada.
- Sal de clase.
- Pues no me voy.
- Que salgas de clase te estoy diciendo
- Pero es que no...
- Dime tu nombre
- No, porque ayer
- Que me digas tu nombre. ¿Cómo se llama? (dirigiéndose al resto de sus compañeros)
En estos momentos, nuestro amigo ya estaba buscando la forma de salir. El profesor estaba en el único camino a la puerta y la cara del chaval, aún diciendo que no me voy y no me callo y no te digo mi nombre, reflejaba ... algo, no tengo muy claro que fuera consciente de lo que había pasado.
Un saludo para todos los compañeros que lo pasamos tan bien el resto de la tarde, tirados en el césped al sol, viendo a toda la gente que iba a la graduación y el partido de fútbol sala al final.
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