Después de tener que aguantar a nuestro nuevo amigo del alma, que ya presentamos en historias del MISE, parte I, pensábamos que ya no lo volveríamos a ver, después de todo, casi toda la gente de clase estábamos todo el tiempo que teníamos libre en el laboratorio y el niño, afortunadamente, no iba casi nunca y por lo tanto, nos pasamos el resto del cuatrimestre entre micro-controladores y osciloscopios, soldando un poco algún día y mirando datasheets durante horas, esperando encontrar el registro mágico que hace el solo el proyecto. Buscando como funciona el CAN e intentando que a nosotros nos funcionara, que son dos cosas que pueden parecer inmediatas, si sabes como funciona, puedes hacerlo funcionar, pero no. O lo que es más divertido, puede funcionar, pero no sabes la causa.
Proyecto casi casi terminado. |
Después de muchas tardes haciendo pruebas, robándonos el programador unos a otros ( "¿me prestas el programador?" ) llegó el día que conseguimos comunicarnos con gran regocijo de los presentes y que se celebró como se merece: con mucha comida y bebida. Aunque bien es cierto, que tampoco era necesario conseguir nada útil para celebrar nada. Lamentablemente (todo muy lamentable siempre) :) no se pueden poner fotos de esos momentos, pero tampoco vienen al caso.
"¿Estas usando el programador?"
Entre partidos de fútbol, sus correspondientes cenas, y interesantes clases a las 15.00h (en serio, mucho Madrid y mucho teleco, pero no tienen ni idea de a que horas se pueden poner clases y a que horas no) conseguimos de alguna forma, terminar el proyecto. Por supuesto, el último día nos pasamos toda la tarde terminando cosas, la tarde anterior habíamos tenido un examen, que estudiamos muy concentrados todos tirados en el césped media hora antes. Así llegó la mañana de la presentación, que estuvimos intentando hasta el último momento, y una hora más, y luego otros 15 minutos, hasta que los profesores se nos dijeron algo que sabíamos desde hacia varias horas: Si no funciona, no lo vais a conseguir ahora en 5 minutos a toda prisa. Y claro, como son profesores, tenía razón. Y no funcionó nada. Y nos fuimos a celebrarlo.
- Pero oye! yo quiero que te pongas a insultar al niño ese repelente, y que me cuentes de una vez qué os hizo y por qué lo odiáis todos tanto. Te estarás preguntando. Y yo también, espero que en el próximo capítulo se desvele el misterio.
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